La sepia

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Hace unos días, en casa de mis padres. El mar en un reportaje. Una sepia corteja con un listado estridente a una hembra. Otro macho de menor tamaño la imita, copiando el color y estampado de su cuerpo, y se le acerca. Con tal engaño consigue burlar al competidor y entregarle su esperma, y cuando escribo “entregarle” no estoy tratando de ser elegante, pues los espermatozoides vienen “encerrados en una especie de estuche quitinoso, el espermatóforo” [1]. Según se explicaba, este feliz hallazgo evolutivo permite a machos de menor tamaño tener descendencia. Francamente práctico, la adaptación forzada por una debilidad le había ahorrado al chiquito los enfrentamientos por las hembras, las hostias, pero no siempre, pues hay ocasiones en que el truco no funciona y el impostor debe huir.

No mucho tiempo después estaba leyendo una entrevista en catalán con Adolf Tobeña en La Tercera Cultura. Se le preguntaba sobre liderazgo, sobre Pablo Iglesias y su afirmación de que él no era un macho alfa. Tobeña creía todo lo contrario, y sostenía que Iglesias es en estos momentos el macho más alfa de la españolidad toda: la negativa del politólogo era motivada por la “mala prensa” que tiene el machote, y lo que la hacía verosímil era “esa imagen de chico delicado, tierno, afable, con una estética un tanto feminoide”… y yo pensé en la sepia.

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